La confianza implica un jefe bueno, aquel que sabe delegar. Y subordinados a la altura que hacen honor a tal atributo, trabajan con empeño y aportan en vez de lastrar. Responsables que escuchen, confíen y coordinen; que jaleen la iniciativa de su equipo, que tomen decisiones sensatas aunque no estén ausentes de riesgo, que asuman su propia responsabilidad y la de sus subordinados, y carguen con los errores propios y de los que están a su cargo.
Si el subordinado falla reiteradamente en un mismo asunto significa que el jefe no es el adecuado o que no lo es la organización al no poder prescindir o recolocar donde pueda ser útil, o no hacer daño, al trabajador que no da la talla, como ocurre a menudo en las Administraciones Públicas y muchas empresas fosilizadas.
No hay que desincentivar la equivocación . El que no hace nada jamás yerra. Cuando esto ocurre es necesario ver, corregir y realimentar; poner los medios para que tal error no se vuelva a cometer, analizar los riesgos incurridos y valorar si merecieron la pena, y enseñar a aquel que causó la pifia y a los demás para que no la vuelvan a repetir.
Cometerán otros errores, la rueda del aprendizaje no dejará de girar jamás: toda organización está compuesta por humanos. Mejor funcionará cuantos más errores se cometan , siempre y cuando sea uno diferente cada vez, y nunca letal, para poder aprender de cada singularidad y afinar procesos y trabajos.
El jefe bien nombrado es un líder imperceptible . Controla con mano férrea pero amable, nunca agobiante, aquello que es objeto de su responsabilidad, sea un departamento minúsculo o una sección ínfima, una gran corporación multinacional o una empresa pequeña, el Gobierno de un país, de una ciudad o un humilde negociado.
Mano de hierro con guante de seda. Los que van de líderes por la vida suelen flirtear con la incompetencia. Confianza hacia aquel que es digno de ella otorgando benevolencia con los errores.
Todos ganan con la apuesta siempre y cuando el que está arriba en el organigrama sea digno de los que están por debajo y viceversa, de manera que todos persigan un objetivo común: la prosperidad y buen hacer del negociado a su cargo en un buen ambiente de trabajo, siendo la empresa la suma de todos ellos bien coordinados.
Cuando escuche a un político presumir de infalibilidad, proclamar que nunca se equivoca, que reniega de su responsabilidad o huye de ella, no le vote: significa que no está capacitado para el cargo. Cuando algún banquero indecente o gestor que ha arruinado su empresa no reconoce tener un ápice de culpa o proclama ante los medios que han sido los demás, está reconociendo su incapacidad. Sólo los tontos supurantes de soberbia no se equivocan jamás .
La confianza es un atributo etéreo que debe ser cabalmente otorgado y juiciosamente recibido. Es el bastión más fuerte en el que se anclan las relaciones humanas sanas, sean sociales, empresariales o laborales. Cuando no existe, se sustituye por todo tipo de estratagemas de consecuencias perversas, desde la burocracia preventiva hasta el temor a fracasar, el miedo que su traición significa, el terror que produce el superior déspota o engreído o la amenaza de perder el trabajo.
Las organizaciones sanas basan su funcionamiento en la confianza diseminada a quien está en condiciones de recibirla . Atributo que se arropa mediante cualidades como la motivación, el entusiasmo o la profesionalidad, o el ejemplo que aquel que la otorga debe en todo momento dar. Si hay confianza, los objetivos tienden a proponerse mejor y ser realistas, las ratios a cumplirse, la eficacia a asentarse, la felicidad a instalarse y los beneficios a alcanzarse.
Es un atributo escaso a causa de tanto jefe mal nombrado, frecuentemente inepto o acomplejado, con miedo hacia los que saben más que él, la apoteosis de todo buen equipo; o del subordinado desencantado con la organización para la que trabaja o que, simplemente, jamás debió ser contratado para el puesto en cuestión.
Otorgar confianza es un arte escurridizo, a menudo fracasado. Si se utiliza bien produce los mejores resultados ya que fomenta la eficacia y la iniciativa, limitando el miedo a errar. Evita excesivos intermediarios burocráticos. Permite hacer más con menos, el sueño de cualquier empresa u organización, siempre y cuando no sobrevuele sobre ella algún druida envuelto en delirantes recetas nobeladas o algún experto en gestionar nada a base de labia y Power Point.
… y control…
La confianza, por muy bien que esté otorgada y mejor asumida, debe desfilar a la par de un control estricto . No por desconfianza, sino por obligación, por buena gestión y por tranquilidad de aquellos que están al frente pertrechados de honradez y decencia, que no tienen nada que ocultar.
Para que un sistema funcione tiene que estar concebido desde la confianza y utilizar la burocracia únicamente para validar actos y decisiones, nunca como un fin en sí mismo ni como mecanismo previo de toma de decisiones. Alguien dice que los ordenadores acabarán sustituyendo el raciocinio humano. En las altas finanzas parece que ya es así. Así nos va. ¡Estúpida soberbia mecanicista!
Cuando la burocracia es preventiva, cuando ha dejado de ser un medio de control y se convierte en un fin, ocurren casos, cada vez más habituales, como que el mejor físico joven europeo no dé la talla según criterios burocráticos patrios .
O la constatación de como el programa ACADEMIA de la ANECA ha convertido en un erial intelectual la Universidad española al expulsar a muchos buenos docentes que se han negado a corromper su curriculum para satisfacer los criterios aberrantes de burócratas inanimados que no podrán nombrar profesor en España a ningún premio nobel de verdad por falta de méritos sobre el papel, que no reales.
Burocracia exenta de confianza que primero nombró a malos profesores, que escoge a alumnos que sólo imploran un título, que ha producido los insensatos planes de estudios actuales a causa de los perversos criterios implantados.
Muchos confunden confianza con nepotismo . No tienen nada que ver cualidades tan opuestas. La confianza se basa en el mérito, el nepotismo es puro amiguismo.
… todo falló
Parece que en Bankia nadie tenía ninguna responsabilidad ya que el Consejo actuó por unanimidad: que paguen todos. Pescanova debe lo que no está escrito: la banca no cobrará. ¿Cómo es posible crear tal agujero sin que sus consejeros se enteraran mientras la auditora se llamaba a andanas? ¿Tan fácil es esconder cerca de tres mil millones? ¿Incapaces, ineptos o cómplices? La confianza depositada se defraudó entre honorarios mal pagados y consejeros incapaces.
El partido político no quiso saber que el garante de las perras no era digno de fiar porque muchos otros mal nombrados eran partícipes salariales de sus propios 'trapicheos'. Aquel otro partido nombró líder vacuo y esponjoso que trituró cierto país defraudando a los ciudadanos que le habían aclamado con las orejas. La cuestión es cómo y por qué tales pollos pudieron alcanzar tan elevadas posiciones . Falló el corazón del sistema al abominar de la confianza de doble sentido.
El mal ya está hecho. Se pretende ahora paliar la mala calidad en la educación, sea colegios y universidades, mediante una estúpida burocracia preventiva asfixiante en ratios, capacidades transversales y continua evaluación de la ignorancia perpetrada.
Sistema que mantiene agobiado a todo buen profesor, que se dedica a borronear asfixiante papeleo en vez de enseñar. Burocracia que, curiosamente, se esfuerza en proteger al mal docente al justificar su incapacidad mediante normas y formularios mientras que al decente lo ahoga con idénticas armas al no otorgar confianza.
Un sistema que se esfuerza en diluir la iniciativa del profesor al no dejarle aplicar sus oficios más que como marca el guión porque no confía en él y pretende convertirlo en una máquina más al servicio exclusivo de la burocracia que ha amordazado el saber, cercenado el esfuerzo, limitado la diversidad bajo el dogma inamovible de una inaceptable igualdad de destino, un título enmarcado por ciudadano, se lo merezca o no. Innovación, sabiduría. En la educación, no. Su colofón, la investigación, ya no existe.
Vemos cómo la sanidad naufraga deliberadamente a causa de las decisiones de los políticos Power Point que pretenden convertir a los médicos en autómatas al servicio de los beneficios. Burócratas que se guían mediante el manual del perfecto depredador, libro de cabecera de toda Escuela de Negocios que no ha sabido modernizarse: todas. Que consideran a los profesionales sanitarios simples números que cuando alcanzan cifra fatídica, léase 65, aprietan un botón y los ponen en la calle sin ningún miramiento, sin modales ni educación.
Incapaces por no saber que a esas edades muchos de los que trabajan en las ya casi inexistentes profesiones liberales dan lo mejor de sí, al aportar la experiencia de toda una vida llena de errores, de frustraciones y, por lo tanto, de sabiduría y prudencia que sirve de contrapeso al ardor juvenil, el impulso y la inexperiencia. Amortiguando errores que en medicina o ingeniería a veces se pagan con la muerte o con la obesidad de los submarinos.
En tales profesiones, el que es joven a los veinte años lo sigue siendo a los setenta. Para estar al día, ni siquiera a la vanguardia de ninguna disciplina, no hay que dejar de estudiar jamás. Es un hábito, una manera de ser, una forma de alcanzar la felicidad, no una actitud impuesta por una burocracia estúpida o unos dirigentes que defraudan sistemáticamente la confianza depositada en ellos .
Hay, por el contrario, demasiados viejos de apenas de veinte años que lucen excelencia en Twitter, Facebook y todo tipo de teclas que pulsar, que desdeñan la profundidad, que reniegan de la sabiduría que provoca la frustración y el esfuerzo.
Que piensan que sin tesón podrán conseguir lo que se propongan porque el mero hecho de tener un papelito enmarcado les dará un trabajo digno sin tener que embarcarse en los oficios perversos que están fagocitando esta sociedad. Tales viejos prematuros serán un peligro para su profesión, seguirán siendo viejos a los setenta años.
La confianza de los ciudadanos se ha roto . El control desapareció . Mientras no se restablezcan ambos colocando al frente a gente respetable, con sabiduría y sana ambición, que anime a caminar hacia un futuro más sano, limpio y creador, la sociedad continuará con su decadencia acelerada.