El hijo, enfrentado al hecho de tener que despedir al director administrativo de la empresa, encuentra en ello un deber oneroso y molesto. El padre, harto familiarizado con esa sensación, le ofrece unas palabras de ayuda.
Querido hijo:
Tu preocupación e incomodidad por tener que despedir a nuestro director administrativo reflejan una sensibilidad que me agrada encontrar en tí. Significa que te preocupas por el prójimo, significa que eres consciente de los trastornos y la desesperación que puedes acarrear a su vida al cumplir con ese deber. Me agrada tu humanidad.
Sin embargo, y si me permites hacer de abogado del diablo, te diré que no debes perder de vista que el éxito de tu empresa depende de la calidad y cantidad de trabajo que realicen tus empleados, colectiva e individualmente. Si un empleado, sencillamente, no resulta idóneo para el puesto que ocupa, es de valor negativo para la empresa; negativo en el sentido de opuesto al valor de una persona debidamente capacitada para el trabajo. Desgraciadamente, la persona de valor negativo en el plano laboral, como advierte y siente este problema, normalmente lo es también en el plano personal. Lo cual es comprensible. Es bastante difícil dejar todas tus miserias en la oficina cuando estás nadando ocho horas al día contra una resaca que quiere arrastrarte mar adentro.
Algunos empleados que ocupan puestos ejecutivos experimentan dificultades con su trabajo sencillamente porque «han mordido más de lo que pueden tragar». Desean ese sueldo más alto y ese puesto de nombre rimbombante, pero de una u otra forma no están suficientemente capacitados para desempeñarlo. La vida profesional de un ejecutivo así se convierte en una constante lucha y agitación; y la nuestra, en una continua pérdida de fe y confianza en sus esfuerzos.
Y luego tenemos el otro extremo del espectro: la persona que está demasiado preparada para el puesto que ocupa, y se aburre como un muerto. Se enfrenta a cada día como lo hace el navegante a vela que se ve atrapado en una calma chicha: le encanta lo que le rodea, pero no puede resistir la falta de acción. También él se convierte en un valor negativo para su empresa, ya que al no poner entusiasmo alguno en el trabajo, posiblemente ni él ni la empresa se benefician, y, tarde o temprano, se hace imperativa para ambas partes la separación.
En algún lugar de la escena, también puedes encontrar a veces una persona cuya forma de ser provoca disensiones y problemas que afectan a la moral de los empleados que le rodean. He conocido personas con enormes posibilidades de llegar a ser muy valiosas para nuestra empresa, y que además estaban encantados con su puesto, pero que no podían encajar con sus compañeros de trabajo. Se veía claramente cómo crecía entre los otros trabajadores el malestar conforme iban perdiendo el interés y gusto por sus deberes. Cualquier persona que provoque esta clase de disensiones tiene que marcharse, antes de que su actitud haga que tus empleados valiosos cojan la puerta y se vayan.
En el caso que nos ocupa, tienes una persona con la que, en mi opinión, es muy difícil trabajar, tanto si eres su subordinado como si eres su jefe. Aunque su trabajo resulta aceptable, su personalidad y actitud no lo son en absoluto. Con demasiada frecuencia ha dicho que algunas de su funciones son indignas de él Ya es hora de que le liberemos de todas. Muchos patronos dejan que tales situaciones se prolonguen indefinidamente, pensando que hay bastantes días buenos entre los malos como para justificar el empleo. Esto, para mí, no es más que dar largas al asunto. El apartar a alguien de su puesto de trabajo nunca es una tarea agradable. Sin embargo, es algo con lo que debemos enfrentarnos cuando sea inevitable, y no por retrasarlo nos va a resultar más fácil.
He tenido que despedir a un cierto número de personas durante la época en que yo cargaba con ese mochuelo (ahora que cargas tú con él, tendrás que hacerlo, y probablemente con más frecuencia que yo). Pues bien, nunca acabé una de esas entrevistas sin preguntarme: «¿He obrado bien?» Al formularme la misma pregunta al cabo de uno o dos meses, ya no había duda alguna en mi mente de que no sólo había hecho lo que debía, sino de que debía haberlo hecho mucho antes .
Antes de despedir a un empleado, dedica algo de tiempo a pensar en las aptitudes y cualidades de esa persona que acaso puedan ser mucho mejor aprovechadas en otro sitio. ¿Hemos infrautilizado en nuestra empresa su capacidad? ¿Está luchando por llevar adelante en nuestra empresa una tarea para la que está insuficientemente cualificado? (error nuestro, que no de él). Si se trata de un problema de temperamento, ¿pudiera resultar válido ese mismo temperamento en otro lugar? Sea como fuere, debes procurar apartar a esa persona de la manera más suave posible. Así ganáis ambos . Tú no te has creado un enemigo y él podrá volver a colocarse sin tener que pasar muchas fatigas. Es lo menos que puede hacerse para ayudar al prójimo.
También para ayudarle, procura ser todo lo considerado que la situación permita cuando hayas de responder al inevitable «¿por qué?». No necesitas mentir; sería degradante paraambas partes. Explícale tranquilamente y con muy pocas palabras por qué has tomado esa decisión y por qué se va a encontrar mejor a la larga. «Lo siento, es un problema de temperamento». «Lo siento, sus aptitudes no encajan en el puesto» (por exceso o defecto). «Lo siento, pero estoy seguro de que se sentirá más a gusto en cualquier otro sitio».
En cada una de estas situaciones, trato de pasar enseguida al tema de una recomendación y al de comentar cómo puede volver a colocarse. No hay hombre o mujer que haya trabajado para mí en alguna ocasión, al que no haya facilitado una carta de recomendación (aunque estoy seguro de que hay muchos a los que no se les podría dar).
Al dotar a la persona a quien acabas de despedir, de una carta de recomendación y brindarte a ayudarle a encontrar una nueva colocación, estás ayudándole mucho a que venza su peor y más acuciante temor: «¿Dónde conseguiré otro trabajo?» Normalmente esta clase, de ayuda se acepta y se agradece en lo que vale. Todo el mundo sabe que hoy día lá mayoría de los patronos comprueban las referencias de cualquier persona antes de contratarle. Asegúrate de que tu empleado abandona tú oficina no preguntándose cómo va a encontrar otro empleo, sino únicamente cuándo.
El cuándo irá también acompañado de preocupación y angustia respecto a la economía, naturalmente, hasta que se consiga otro trabajo. Nuestras leyes son absolutamente justas con respecto a los ejecutivos superiores en estas situaciones, pues estipulan que se habrá de seguir abonando una parte del salario mientras que la persona en cuestión busca un nuevo empleo; dicha parte varía conforme al número de años que dicha persona haya pertenecido a la plantilla de la empresa. Personalmente creo que todo patrono debe brindar esta clase de protección a un empleado, especialmente en el caso de empleados que lleven con él muchos años.
De vez en cuando puede producirse una situación desagradable debida a la disconformidad del despedido con la indemnización por despido que proponemos. En ocasiones, incluso estando convencidos de que no se merece ese dinero, el dar uno o dos meses más de salario puede evitarnos los abogados, los magistrados y, sobre todo, el espíritu de revancha de algunos empleados que quedan terriblemente disgustados por su despido.
Inevitablemente, cualquier empleado que se ve despedido, tiene que experimentar una sensación de fracaso, de miedo, de orgullo herido, de angustia y desconcierto. Como conciudadano que eres de esa persona, es deber tuyo minimizar estos sentimientos en todo lo que puedas, tanto humana como económicamente. Si lo haces, no te preocupes entonces de lo difícil, penosa, desagradable o embrollada que pueda llegar a resultar tal situación; ten el pleno convencimiento de que, al menos, uno de vosotros saldrá de la reunión con la cabeza alta. Tú .
Graba en tu mente y en tu corazón, de forma indeleble que sólo preventivamente , cuidando la selección de los empleados que contratas, podrás reducir el número de estos malos tragos que pasarás en tu vida profesional. Pero ni siquiera con ello vas a eliminarlos todos; idas y venidas de los empleados entre unas empresas y otras, siempre las ha habido, y siempre las habrá.
En los negocios hay tareas agradables, pero también existen otras que no lo son tanto; unas y otras son inherentes al funcionamiento de toda empresa que éste en marcha. No puedes zafarte de las difíciles, en la esperanza de disfrutar sólo de las agradables. Te toca ahora resolver una papeleta difícil. Hazlo con corazón .
Un cordial saludoEl director de personal