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Cameron juega con la UE para intentar salvar su futuro político
Un político en dificultades. El líder conservador británico, David Cameron, muestra su cara más crítica con la UE por las encuestas, que dan ganador a los laboristas en 2015, y el empuje de los euroescépticos
Carles Mulas
valencia
valencia
"Les daremos a los británicos un referendo con una simple pregunta: o fuera o dentro de la UE", dijo el pasado miércoles el primer ministro del Reino Unido, David Cameron, en su esperado discurso sobre el futuro de la siempre difícil relación de su país con la Unión Europea (UE). El mensaje mostró cuál es el camino que el Partido Conservador quiere tomar ante el dilema europeo. El mandatario británico, por detrás de los laboristas en las encuestas desde hace tiempo, ha cedido a las presiones de los euroescépticos, tanto para mantener la calma en las filas tories como para conservar a los votantes, cada vez más próximos a las tesis del Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP, en sus siglas en inglés), una escisión de la derecha británica, dirigida por el eurodiputado Nigel Farage, que en las elecciones europeas de 2009 logró 13 escaños -los mismos que los laboristas, a los que superó en votos- y cuyo programa máximo es sacar al país de la UE.
El miedo de Cameron al partido aislacionista aumentó en las últimas semanas al leer las encuestas que hablan de que un 32 % de los votantes tories se iría en 2014 al UKIP y que por primera vez más de la mitad de los británicos se pronuncian a favor de abandonar Bruselas. Por todo ello, el líder tory ha puesto a Bruselas como cabeza de turco para enderezar las perspectivas de su partido. Eso sí, la consulta se realizará en 2017 siempre y cuando los británicos le den la victoria en 2015. Y de hecho, el Partido Conservador ha repuntado en un nuevo sondeo tras el anuncio del referéndum: la última encuesta publicada otorga a los tories un apoyo del 33 %, cinco puntos más que en otra consulta del mes anterior, por lo que ha acortado la brecha con el Partido Laborista, primero de la oposición, con un 39 % de apoyos.
La palabra "salida" ha pendido como una espada de Damocles sobre todos los debates de política europea en el Reino Unido desde los tiempos de Margaret Thatcher en la pasada década de los 80. La tercera economía de la UE amenaza desde ahora de forma abierta con "cruzar el canal" definitivamente pese a las advertencias de sus socios de Gobierno, los liberaldemócratas de Nick Clegg. Han mostrado su oposición a la medida desde la presidencia europea y el eje Berlín-París hasta la Casa Blanca e, incluso, la alarma entre los ejecutivos de la City londinense, verdadero corazón económico y financiero del Reino Unido, fue notoria. "Para las empresas en general, el interés a largo plazo del Reino Unido está en la UE", señaló en la ciudad suiza de Davos Tidjane Thiam, consejero delegado de Prudential, la mayor aseguradora británica en el Foro Económico Mundial de Davos.
La hoja de ruta de Cameron es clara: los británicos podrán elegir entre permanecer en la UE o abandonarla una vez que Londres haya negociado una profunda reforma que favorezca los intereses británicos y que incluiría la devolución a los parlamentos nacionales de diversas políticas que ahora dependen de Europa. ¿Qué políticas? "Nada ha de estar fuera de la mesa de negociación", se limitó a decir el primer ministro.
El líder tory defiende Europa pero como un gran hipermercado, un gigantesco espacio comercial con cerca de 500 millones de habitantes-consumidores. No a lo que signifique más unión política y económica y, sobre todo, la fiscal, Su filosofía la definió en una frase: "Europa necesita menores sistemas de bienestar social para ser competitiva"
Cameron, que aplica desde su llegada al poder una política de drásticos ajustes presupuestarios, en particular en los gastos sociales, trata de asegurar también que las compañías transnacionales paguen impuestos en el Reino Unido. Así, se han iniciado investigaciones parlamentarias contra gigantes como Google y Starbucks, sospechosos de practicar evasión fiscal en otros países.
Desde que Londres se unió a la vieja Comunidad Económica Europe (CEE) en 1973, las relaciones del Reino Unido con Europa han sido siempre difíciles. Fue el primer ministro conservador Edward Heath, europeísta convencido, el que metió al Reino Unido en la CEE hace 40 años. Los británicos estaban entusiasmados entonces por formar parte del club económico, como quedó patente en el referéndum de 1975, en el que el 67 % de los británicos apoyaron estar en la CEE.
No obstante, la llegada de Margaret Thatcher al número 10 de Downing Street en 1979 cambió sustancialmente las relaciones con Bruselas. La "dama de hierro" empezó con el tiempo a aplicar una actitud más euroescéptica, que tuvo su momento más importante en 1984 cuando se plantó ante sus socios europeos para renegociar el llamado "cheque británico": el reembolso anual que recibe el Reino Unido por los escasos beneficios que obtiene Londres de la política agrícola común . Permanece en el tiempo la frase de Thatcher en la cumbre europea de Fontainebleau en 1984 cuando alguien planteó la posibilidad de ir a una Europa federal. "I want my money back!" (¡que me devuelvan mi dinero!), gritó exaltada la primera ministra.
El miedo de Cameron al partido aislacionista aumentó en las últimas semanas al leer las encuestas que hablan de que un 32 % de los votantes tories se iría en 2014 al UKIP y que por primera vez más de la mitad de los británicos se pronuncian a favor de abandonar Bruselas. Por todo ello, el líder tory ha puesto a Bruselas como cabeza de turco para enderezar las perspectivas de su partido. Eso sí, la consulta se realizará en 2017 siempre y cuando los británicos le den la victoria en 2015. Y de hecho, el Partido Conservador ha repuntado en un nuevo sondeo tras el anuncio del referéndum: la última encuesta publicada otorga a los tories un apoyo del 33 %, cinco puntos más que en otra consulta del mes anterior, por lo que ha acortado la brecha con el Partido Laborista, primero de la oposición, con un 39 % de apoyos.
La palabra "salida" ha pendido como una espada de Damocles sobre todos los debates de política europea en el Reino Unido desde los tiempos de Margaret Thatcher en la pasada década de los 80. La tercera economía de la UE amenaza desde ahora de forma abierta con "cruzar el canal" definitivamente pese a las advertencias de sus socios de Gobierno, los liberaldemócratas de Nick Clegg. Han mostrado su oposición a la medida desde la presidencia europea y el eje Berlín-París hasta la Casa Blanca e, incluso, la alarma entre los ejecutivos de la City londinense, verdadero corazón económico y financiero del Reino Unido, fue notoria. "Para las empresas en general, el interés a largo plazo del Reino Unido está en la UE", señaló en la ciudad suiza de Davos Tidjane Thiam, consejero delegado de Prudential, la mayor aseguradora británica en el Foro Económico Mundial de Davos.
La hoja de ruta de Cameron es clara: los británicos podrán elegir entre permanecer en la UE o abandonarla una vez que Londres haya negociado una profunda reforma que favorezca los intereses británicos y que incluiría la devolución a los parlamentos nacionales de diversas políticas que ahora dependen de Europa. ¿Qué políticas? "Nada ha de estar fuera de la mesa de negociación", se limitó a decir el primer ministro.
El líder tory defiende Europa pero como un gran hipermercado, un gigantesco espacio comercial con cerca de 500 millones de habitantes-consumidores. No a lo que signifique más unión política y económica y, sobre todo, la fiscal, Su filosofía la definió en una frase: "Europa necesita menores sistemas de bienestar social para ser competitiva"
Cameron, que aplica desde su llegada al poder una política de drásticos ajustes presupuestarios, en particular en los gastos sociales, trata de asegurar también que las compañías transnacionales paguen impuestos en el Reino Unido. Así, se han iniciado investigaciones parlamentarias contra gigantes como Google y Starbucks, sospechosos de practicar evasión fiscal en otros países.
Desde que Londres se unió a la vieja Comunidad Económica Europe (CEE) en 1973, las relaciones del Reino Unido con Europa han sido siempre difíciles. Fue el primer ministro conservador Edward Heath, europeísta convencido, el que metió al Reino Unido en la CEE hace 40 años. Los británicos estaban entusiasmados entonces por formar parte del club económico, como quedó patente en el referéndum de 1975, en el que el 67 % de los británicos apoyaron estar en la CEE.
No obstante, la llegada de Margaret Thatcher al número 10 de Downing Street en 1979 cambió sustancialmente las relaciones con Bruselas. La "dama de hierro" empezó con el tiempo a aplicar una actitud más euroescéptica, que tuvo su momento más importante en 1984 cuando se plantó ante sus socios europeos para renegociar el llamado "cheque británico": el reembolso anual que recibe el Reino Unido por los escasos beneficios que obtiene Londres de la política agrícola común . Permanece en el tiempo la frase de Thatcher en la cumbre europea de Fontainebleau en 1984 cuando alguien planteó la posibilidad de ir a una Europa federal. "I want my money back!" (¡que me devuelvan mi dinero!), gritó exaltada la primera ministra.
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Publicado por VRedondoF para Q..V el 2/06/2013 06:00:00 a.m.