Los All in One, o equipos Todo en Uno, llevan años compitiendo de tú a tú con los sobremesas por reinar en el hogar digital. Su impecable estética y su fácil configuración son algunas de sus bazas.
Los ordenadores personales llevan tiempo divididos en dos familias: los que se utilizan en una ubicación fija y los que podemos llevar a cuestas a cualquier parte. En la segunda categoría, losportátiles y los Ultrabooks son, con permiso de las tabletas, los reyes indiscutibles, mientras que en la primera podemos escoger entre la tradicional torre acompañada de un monitor (sobremesa), los mini-PCs o apostar en su lugar por los equipos Todo en Uno, que esconden tras la pantalla todos sus componentes y logran así una armonía estética sin parangón. Para colocarlos en el dormitorio, en el salón o en una oficina de cara al público en la mayoría de los casos basta con enchufar solo un cable para suministrarle corriente, mientras que teclado y ratón son inalámbricos (y a juego con el chasis).
Pero no todo son ventajas, ya que aunque son sobradamente potentes, sus posibilidades de ampliación se ven limitadas y aquí pierden frente a la versatilidad de un sobremesa típico. En el mejor de los casos, podremos ampliar la memoria RAM y el disco duro, pero difícilmente se nos permitirá añadir nuevos componentes. En este sentido, se parecen más a los ordenadores portátiles, con los que también comparten gama de tarjetas gráficas dedicadas (de menor tamaño que las de los sobremesa y por lo general también menos potentes).
Los materiales empleados en la construcción de los All in One son de alta calidad, con predominio del aluminio y el cristal No obstante, las configuraciones actuales ofrecen capacidad de sobra, con procesadores de última hornada e ingentes cantidades de memoria y gigabytes de almacenamiento como para no necesitar recurrir a discos duros externos. Por otra parte, desde que llegar